Estado Plurinacional de Bolivia

Pedro Domingo Murillo

Pedro Domingo Murillo

  • Nombre: Pedro Domingo Murillo
  • Gobierno: presidencia legal
  • Periodo de presidente: 1809

Pedro Domingo Murillo nació en Suri (La Paz) el 17 de setiembre de 1757. Sus padres fueron Juan Murillo y María Carrasco. Estudió Derecho en la Universidad de Chuquisaca, pero no terminó la carrera.

En 1781 se enroló en el ejército realista para luchar contra la rebelión de Túpac Katari. Luego trabajó en minería y comercio.

Muy joven se dirigió a la Universidad de Chuquisaca para estudiar derecho; pero antes de conseguir el título de licenciado volvió a La Paz, se dedicó a la minería y al mismo tiempo desempeñaba el cargo de Procurador de Causas. Tomó parte en la conspiración contra las autoridades españolas, por lo cual fue encarcelado y sometido a juicio como perturbador del orden público.

Más tarde, como otros patriotas, comenzó a preparar en secreto una conspiración libertaria. La revolución estalló con éxito en la tarde del 16 de julio de 1809, fiesta de Nuestra Señora del Carmen.

Pedro Domingo Murillo fue la figura central del alzamiento que estalló en La Paz el 9 de julio de 1809: se sublevó en nombre de Fernando VII y del pueblo y fue nombrado comandante de la plaza y presidente de la Junta de los Derechos del Rey y del Pueblo, todavía no abiertamente antiespañola, que proclamó la autonomía de Bolivia respecto del Perú y del Río de la Plata.

A pesar del pacto a que había llegado con el virrey del Perú, José Fernando Abascal, el virrey mandó un ejército al mando del general José Manuel de Goyeneche para reprimir la revuelta. Murillo trató de pactar con los realistas, quienes se negaron a negociar y derrotaron a Murillo en la batalla de Irupana, en noviembre de 1809.

Condenados al suplicio de la horca, el 29 de enero del año 1810 y en presencia del pueblo, los «Protomártires de la Independencia», a la cabeza de don Pedro Domingo Murillo fueron ejecutados. En el último minuto antes de su ejecución, Murillo, levantó el brazo y gritó proféticamente a la multitud: «La tea que dejo encendida nadie la podrá apagar».

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