Estado Plurinacional de Bolivia

Intervención peruana en Bolivia (1828)

Intervención peruana en Bolivia

La intervención peruana en Bolivia de 1828 (llamada primera invasión peruana por la historiografía boliviana) fue una operación militar llevada a cabo por el Ejército del Perú, dirigido por el general Agustín Gamarra en 1828.

Se trató de una intervención extranjera en un conflicto interno de la República de Bolivia, siendo el primer operativo bélico de importancia del nuevo país, apenas tres años después de independizarse, y haciendo peligrar su autonomía por la ocupación. Su objetivo era forzar la salida de las tropas de la República de la Gran Colombia de Bolivia y a Antonio José de Sucre a renunciar a la presidencia. El gobierno peruano aún no asumía la pérdida del Alto Perú y tras la escalada de conflictividad con el gobierno grancolombiano no deseaba tener un enemigo en su retaguardia. Hubo batallas entre los bolivianos pero no participaron los peruanos. La intervención desencadeno la guerra grancolombo-peruana.

Antecedentes

El Perú, Bolívar y la Gran Colombia

El Perú veía con preocupación su independencia debido a la situación de las fuerzas grancolombianas situadas a ambos lados de sus fronteras, algo que contribuyó a esta preocupación fue la dictadura de Simón Bolívar en el Perú. La dictadura también fue usada por los enemigos de Bolívar y los aspirantes al poder en el Perú.

Bolívar nunca renunció a su pretendida presidencia vitalicia. Fue por esto que, a pesar de la lucha estéril que sostenía en Bogotá para unificar y consolidar la unión existente entre el Ecuador, Nueva Granada y Venezuela, mantuvo guarniciones colombianas en Chuquisaca, y, lo que era más grave para La Mar, a Antonio José de Sucre de Presidente de aquella República. Una intervención franca del Perú en los asuntos de Bolivia hubiera provocado la guerra con Colombia y el simultáneo ataque de sus tropas por el Norte y por el Sur. No debe olvidarse que Sucre se hallaba en La Paz perfectamente preparado para resistir a las tropas peruanas que estaban en Lima, y que Bolívar disponía también de fuerzas en el Sur de Colombia.

Situación tan difícil y peligrosa obligó a La Mar a manejarse con prudencia y a esperar que fuera la misma Bolivia, imitando lo que había pasado en el Perú, la que pidiera la salida de las tropas colombianas.

Bolivia, la influencia bolivariana y la Gran Colombia

Pasado el fervor de la gratitud, los políticos bolivianos se dieron cuenta de que era un teniente de Bolívar quien ejercía la primera autoridad de su país, y que raro era el prefecto o empleado público que no era nacido en la Gran Colombia. Un comandante Galindo, grancolombiano, fue ascendido a general de división; otro de la misma nacionalidad, apellidado Fernández, por recomendación de Bolívar, sin haber estado en Junín ni en Ayacucho, recibió una gratificación de cuarenta mil pesos.

Sucedió esto en los mismos días en que el general Pedro Blanco Soto (luego presidente de Bolivia) con su división se moría de hambre en Tarija. Antonio José de Sucre hacía un excelente gobierno, pero siendo un «subordinado» del Libertador: su política carecía de nacionalismo y de independencia. La cancillería de Chuquisaca no tomaba resolución alguna en los asuntos internacionales hasta después de recibir los correos de Caracas y de Bogotá.

Un partido boliviano llamado Independiente y que tenía a su frente a Casimiro Olañeta, propagaba las ideas de Francisco de Paula Santander entre las tropas colombianas y repartía los numerosos papeles y pasquines que venían deLima y que redactaban Pando y Vidaurre. El descontento no era contra Sucre, cuya administración era buena, sino contra la política bolivariana, de la que Sucre era ejecutor con el apoyo de las fuerzas colombianas.

Los proyectos políticos de Gamarra y Santa Cruz

Este descontento contra la influencia bolivariana provocó el motín de Chuquisaca y la inmediata intervención de las fuerzas del Perú, que sólo buscaban una buena y razonable oportunidad para cruzar el Desaguadero, y que la encontraron en la prisión de Sucre y el caos interno de Bolivia. Esta intervención era también para poder expulsar a las tropas colombianas y despejar todo lugar de una posible amenaza, el general Gamarra tenía también el ideal de reunificar el Bajo Perú con el Alto Perú.

La Mar y Gamarra simpatizaban con este plan, boliviano el uno y peruano el otro, ambos deseaban unificar al Perú y Bolivia, ligándolos con estrechos vínculos de conveniencia y afecto, pero mientras Santa Cruz se proponía formar una federación, con influencia boliviana políticamente, Gamarra ponía en la obra cierta superioridad, es decir, una total anexión de Bolivia al Perú, como se llamo antiguamente «Alto Perú».

Sucre, entretanto, veía venir tranquilo la tormenta que se preparaba. Conocía a fondo los planes del congreso peruano y de los políticos de la misma nacionalidad, así como las aspiraciones de Gamarra y de Santa Cruz.

Pero la dolencia no era externa sino intestina: el rayo no partiría de Lima sino que estallaría en Chuquisaca; y no se trataba tanto de que los peruanos intentaran apoderarse de Bolivia (algo que sí intentarían después), solo se trataba de que los bolivianos querían disponer y adjudicarse los mejores puestos de la administración.

Los planes de invasión no se hubieran podido llevar a cabo sin el apoyo de los principales hombres de Bolivia, estimulados a ello no sólo por propia conveniencia, sino también por el deseo noble de ver a su patria libre e independiente de una supuesta amenaza grancolombiana al retener durante tanto tiempo a tropas de la Gran Colombia.

Error grave de Sucre fue prestarse a servir en algunas ideas de Bolívar porque este al volverse dictador (que consideraba necesario para apaciguar el Perú) había dado la imagen de absolutista en muchas partes del continente, sobre todo en Perú.

Gamarra en Puno, al frente de un ejército de 5 mil soldados, era árbitro de los destinos de Bolivia, con el apoyo que le prestarían los mismos bolivianos partidarios a la misma causa.

Creyendo Sucre que Gamarra procedía de acuerdo con su gobierno, cuya última nota exigía el retiro de las tropas colombianas, le llamó a una conferencia al Desaguadero, a principios de marzo de 1827, y allí le mostró las notas de Bolívar, en las que pedía que se las remitiera. También le enseñó la del 12 de septiembre del mismo año, en la que le aconsejaba que mantuviera buenas relaciones con los estados limítrofes. En vista de estos documentos, Gamarra aparentó sorprenderse; no dejó traslucir que procedía por cuenta propia; sostuvo por el contrario que el gobierno de Lima le engañaba, o no tenía conocimiento de las verdaderas miras del Libertador; afirmó que la reunión de tropas en Puno no era con el propósito de invadir Bolivia, y celebró un arreglo el 5 de mayo, por el que se comprometía a retirar las tropas de Puno a Cusco. Sucre desconfiaba de Gamarra y no desconocía la difícil situación en que le había colocado su condescendencia.

Efectivamente, pronto principiaron las recriminaciones. Gamarra reclamó de que se estuviese reclutando tropas, mientras él retiraba las suyas a Lampa y Pucará, nueve leguas más al norte. Conminó a Antonio José de Sucre a que licenciara a los conscriptos, y que en caso de no hacerlo tendría por roto el pacto celebrado.

Motín de Chuquisaca

El viernes 18 de abril de 1828 a las seis de la mañana, el médico español Luna informó a Antonio José de Sucre, que se hallaba en La Plata, que se había sublevado la guarnición grancolombiana formada por el Batallón Voltígeros de la Guardia . Antonio José de Sucre mandó al Coronel José Escolástico Andrade, mientras se vestía, y poco después, acompañado de sus ayudantes, del ministro Infante y del bravo Comandante grancolombiano Escalona, se encaminó al cuartel, encontrando al paso a Andrade que había sido recibido a balazos por los amotinados. El motín no era para él una novedad porque días antes le denunciaron el día y hora en que se verificaría; pero no se había atrevido a sorprender a los conjurados y prenderlos, por no faltar al art. 147 de la Constitución que declaraba que el domicilio era inviolable, y que no se podía entrar en él sin orden escrita de la autoridad competente.

Al estrépito de los disparos Antonio José de Sucre se enardeció, y aplicando las espuelas al caballo entró a escape en el cuartel seguido de Escalona, el que al pasar la puerta atravesó con su lanza al centinela de la guardia.

Aún no había concluido Sucre la frase, «Granaderos, ¿qué hay? ¿qué queréis?», cuando tres descargas cerradas de orden del oficial argentino Cainzo, le hirieron en la frente y en el brazo derecho, al mismo tiempo que sentía no poder mover el brazo izquierdo el valiente Escalona. El caballo que montaba Sucre se encabritó al recibir un balazo, y no pudiendo manejarle con brazo firme, el animal dio media vuelta y se lanzó a escape por las calles hasta la caballeriza de palacio, donde habría partido al jinete al pasar la pequeña puerta de entrada, si uno de los asistentes no lo hubiese desviado, con presteza oportuna, tomándolo de la rienda. Llevado Sucre al lecho y reconocido, se vio que tenía roto el brazo y una herida en la cabeza pero sin lesión mortal. La ciudad se llenó de consternación.

Los amotinados exigieron al prefecto de La Paz el pago de 50.000 pesos de los cuales entregó 40.000 tras lo cual tomaron el camino a la frontera peruana pero perseguidos por las tropas bolivianas y grancolombianas del general José María Pérez de Urdininea y el coronel Braun terminaron siendo dispersados y capturados, 84 voltígeros fueron muertos y 300 hechos prisioneros entre estos últimos 99 heridos.1 Sucre halagó a quienes restablecieron el orden público diciendo: «Habéis vencido a los vencedores de los vencedores de catorce años», el batallón Voltígeros era un cuerpo veterano de la batalla de Ayacucho.

La población de Bolivia se encontraba dividida parte de ella apoyaba a Sucre y otra las sugestiones de Gamarra y Santa Cruz que buscaban la unificación del alto y bajo Perú (claro que ambos con variaciones ideológicas). La alta clase de Chuquisaca, pasó a entrevistarse con Gamarra, quien al tener noticias del motín de Chuquisaca había encontrado el pretexto adecuado para intervenir en Bolivia.

Entretanto, Infante quiso llamar a las tropas grancolombianas que estaban en La Paz. Sucre se opuso, alegando que ellas no podían mezclarse en luchas internas, y que para sofocar la presente bastaba con las que tenía el General López en Potosí, a quién había mandado llamar. Más tarde el mismo ministro le escribió a Bolívar, por tres veces, que atacara al Perú por el Norte, según carta del 2 de junio que Urdininea descubrió después.

Para asegurar el éxito de la revuelta, los amotinados quisieron llevarse a Antonio José de Sucre al cuartel, pero éste les contestó con entereza que podían fusilarlo, pero que sólo muerto le sacarían de Palacio. Entonces se limitaron a ponerle un centinela de vista, dejándole al cuidado de los practicantes de medicina.

En la noche, los ministros y edecanes de Sucre fueron detenidos; y al día siguiente se convocó al pueblo y se eligió de presidente provisional de la república a don José Antonio Acebey hasta que se reuniera el congreso.

Tras cruzar la frontera el ejército que mandaba Gamarra este dirigió un oficio a Antonio José de Sucre ofreciéndole sus fuerzas para conservar el orden; le invitaba a una reconciliación nacional con la garantía de las tropas peruanas; le protestaba que el Perú no consentiría jamás que se atentara contra la vida del vencedor de Ayacucho, y que venía a interponerse entre la víctima y sus asesinos.

La historiografía tradicional sostiene que la verdadera intención de Gamarra era forzar la retirada de Sucre y las tropas grancolombianas teniéndose en cuenta que de manera indirecta había incitado el motín del Voltígeros.

Antonio José de Sucre le contestó algunos días después (10 de mayo de 1828), agradeciéndole la cortesía, pero rechazó de plano el auxilio ya que no confiaba en las intenciones de Gamarra.

«Se trata, le decía en la respuesta, de una revolución intestina y para sofocarla tengo fuerzas suficientes, pero prefiero entregar el cuello a la cuchilla de mis asesinos, antes que convenir que quede sancionado en América el principio de intervención».

Con arreglo a la constitución, Sucre entregó el mando al Consejo de Ministros, y en ausencia del vicepresidente, tuvo que encargarse de él, el presidente del Consejo, el General D. José María Pérez de Urdininea, quedando el país dividido en dos bandos opuestos.

Desarrollo de la invasión

El 1 de mayo de 1828, sin esperar respuesta, Gamarra había cruzado el río Desaguadero a la cabeza de 5000 hombres, siendo Jefe de Estado mayor el General Aparicio, a quien dejó guardando el paso del río.

Teniendo Gamarra, en el Motín de Chuquisaca, un pretexto para inmiscuirse en los asuntos de Bolivia, publicó una proclama que encontró eco en parte significativa de la población. En ella criticó la política del Libertador e hizo la indicación de que el Alto y el Bajo Perú debían formar una nación. Habiendo en esos días de abril del año 1828, dos presidentes en Bolivia, uno de ellos, el doctor Acebey, elegido por los insurrectos de Chuquisaca, le autorizó para cruzar el Desaguadero. José María Pérez de Urdininea, que por estar herido Antonio José de Sucre le sustituía en sus funciones públicas, observó en Gamarra una política vacilante. Debido a ella los pasos del ejército boliviano fueron inciertos y sin objeto definido sus avances y retiradas ante el ejército peruano, movimientos que más tarde provocaron el reproche de Sucre en su mensaje al Congreso de Chuquisaca.

Gamarra llegó a La Paz el 8 de mayo, a la sazón de hallarse a la cabeza del gobierno y de las tropas de Bolivia el presidente del consejo de ministros, general José María Pérez de Urdininea, el cual viendo su ejército disminuido por la traidora deserción al enemigo de muchos jefes y soldados, y que era además numéricamente inferior al del Perú, se replegó en dirección a Oruro, ciudad que el 2 de junio ocuparon a su turno los invasores.

En Mayo de 1828, José María Pérez de Urdininea, sabiendo que el general Blanco Soto y otros bolivianos estaban al habla y en buenos términos con Gamarra, reunió una junta de guerra en Oruro. Se resolvió en ella enviar al general López contra Blanco, que estaba en Chichas, y dejar libre el camino del invasor. Posteriormente, habiendo abandonado los bolivianos fieles a Antonio José de Sucre la ciudad de Oruro, ésta fue ocupada por Gamarra, quien más tarde entró también en Potosí y La Plata. Gran parte de los habitantes de las tres ciudades le recibieron con los honores de un libertador por expulsar a las tropas grancolombianas. Al aproximarse el general Blanco a La Plata, mandó un piquete de sus tropas a Nucho para que aprehendieran a Antonio José de Sucre, que se hallaba convaleciente en dicho lugar. Gamarra sin embargo le hizo poner en libertad y el Gran Mariscal se retiró a Mojotoro.

Con la ocupación de Cochabamba por las fuerzas del general Cerdeña, que estaba a órdenes de Gamarra, toda Bolivia con excepción de Santa Cruz y Tarija quedó ocupada por las fuerzas peruano-bolivianas.

Viendo Antonio José de Sucre que la opinión del país estaba pronunciada por la salida de las tropas colombianas, y que toda resistencia era inútil, insinuó la conveniencia de entablar negociaciones entre Gamarra y Urdininea. Insinuación tan patriótica encontró eco en la voluntad de ambos jefes, quienes enviaron sus representantes a Piquiza, en donde, el 6 de julio de 1828 se firmó el tratado con el mismo nombre de la localidad. Y el 7 de marzo de 1828, se canjearon las ratificaciones del tratado firmado en días anteriores . En el tratado se convino la salida de las tropas grancolombianas por el puerto de Arica, en transportes que proporcionaría el gobierno del Perú, debiendo Bolivia pagar los gastos del viaje.

En cumplimiento del Tratado de Piquiza se convocó para el 1 de agosto de el congreso constituyente, no obstante caducaron los poderes de los representantes, quedando sin efecto la convocatoria extraordinaria del congreso constitucional, hecha por el Consejo de Gobierno ante el cual había resignado Antonio José de Sucre la presidencia.

Antes de la instalación del congreso, para disipar la menor idea de coacción, Gamarra hizo contramarchar al General Cerdeña con su división a La Paz, la cual se componía de los batallones Pichincha, Callao, Zepita y los escuadrones Húsares de Junín y Dragones de Arequipa. Cerdeña restableció la paz entre los partidos que dividían la ciudad, uno que quería reponer a Loayza en la prefectura, y otro que sostenía a Alquiza puesto por Brown.

Urdininea dirigió una proclama a sus compatriotas y otra al ejército, en las que los felicitaba por la emancipación y por haber llegado a conseguir patria en su propia patria. Prometió publicar un manifiesto para acreditar que el Tratado de Piquiza había sido firmado a fin de evitar a Bolivia pérdidas de vida e inútiles derramamientos de sangre.

Antonio José de Sucre a fines de julio se presentó en Sucre o La Plata (como aún se la conocía, incluso a veces se la denominaba todavía Charcas), resuelto a leer personalmente su mensaje ante el congreso.

Llegado el día designado para la instalación no hubo reunión, sin embargo de estar en La Plata casi todos los representantes, y al día siguiente sucedió lo mismo; y como no faltaron gritos ni agrupaciones tumultuosas en las que se pedía su cabeza, Antonio José de Sucre comprendió que se trataba de una intriga infame, y que sólo se esperaba su salida para que la augusta ceremonia tuviera lugar. Al partir, le encargó a Calvimonte la lectura de su mensaje, y dejó tres pliegos que contenían su renuncia, la organización del gobierno y la propuesta que debía hacer para la vicepresidencia de la república.

El 2 de agosto de 1828 en la tarde , por calles extraviadas, para no llamar la atención, tres horas antes de la entrada de Gamarra, salió de La Plata seguido de numerosa comitiva que le acompañó muy lejos de la ciudad. El 25 del mismo mes llegó a Cobija y en la fragata inglesa Porcupine se embarcó para el Callao el 4 de septiembre del mismo año, con los Tenientes coroneles Estanislao Andrade, Juan Antonio Azaldeburo, el capitán José Valero y el capitán cirujano Santiago Zavala.

Antonio José de Sucre dijo: «Llevo, al partir, la señal de la ingratitud de los hombres en un brazo roto, cuando hasta en la guerra de la independencia pude salir sano»‘.

Gamarra ascendido a Gran Mariscal por el tratado de Piquiza, remitió 10000 pesos a Braun para que salieran las tropas, encargó al General Aparicio que vigilara su marcha, y el 27 y 28 de julio de 1828 partieron de La Paz paraArica, por la ruta de Tacora, los escuadrones Dragones y Húsares de la Gran Colombia. El Mayor Zubiaga fue mandado de Oruro con anticipación para buscar y preparar transportes que los condujeran a su patria.

Culminación

En 3 de septiembre de 1828 se despidió Gamarra del Ministro de Relaciones Exteriores, y el 8 del mismo mes declaró que Bolivia era libre para constituirse y que la Asamblea nacional quedaba encargada de regir sus destinos. En seguida dictó las disposiciones necesarias para que el ejército peruano siguiendo la ruta designada en el tratado, cruzara el río Desaguadero (antigua frontera de Perú y Bolivia).

El regocijo que produjo esta declaración es indescriptible. La Plata se vistió de gala; los bailes y banquetes se sucedieron sin cesar, y cuando Gamarra cruzaba por las calles el pueblo no se cansaba de vivarle, ni las bellas de arrojarle flores de los balcones. La independencia de Bolivia era una realidad porque la mayoría de la población entendía que ya no se encontraba amenazada por tropas de la Gran Colombia.

Gamarra y su ejército se pusieron en marcha para su patria, y llegó a Arequipa el 17 de octubre de 1828, donde fue recibido en palmas por el pueblo y las autoridades, movidos y estimulados por el prefecto La Fuente, y también por el entusiasmo que siempre despiertan los hechos militares.

Las causas del retiro de Gamarra son discutidas, en carta a Bolívar desde Guayaquil el 18 de setiembre de ese año Sucre escribió: Creo que ciertamente las tropas peruanas evacuan a Bolivia por el doble motivo de atender a la guerra con Colombia y porque Gamarra está convencido de que aquellos pueblos están pronunciados por la independencia y, aunque él les ha hablado de la incorporación al Perú, no querrá ahora violentarlos.

La historiografía boliviana sostiene que el retiro se debió a la posibilidad de un levantamiento en armas contra las tropas invasoras por parte del General Velasco, algo que hubiera sido muy sangriento y costoso para Perú como también la falta de apoyo político a Gamarra en el Perú, considerando que la posible razón fuera una combinación de las dos citadas anteriormente.

En su proclama de despedida al pueblo boliviano Gamarra expreso: que las tropas que habían ido a restituirles sus derechos se marchaban sin haber faltado a su palabra y a sus promesas… Bolívar (la república) tiene ya existencia propia, su suerte queda en manos de sus hijos. Una asamblea nacional está convocada para reformar la Carta ignomiosa que extranjeros ambiciosos os entregaron con la punta de sus bayonetas, solo para colonizaros. Su augusta inauguración sea el principio de vuestra gloria y prosperidad… sea feliz la patria, sea la asamblea nacional la columna de vuestra dicha, reuníos en torno de ella, respetad sus leyes, la concordia y la fraternidad sea vuestra divisa. Si no, siento decirlo, vais a sumiros en sangre y anarquía.

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